lunes, febrero 14, 2011

"La lucha de cada uno por sus convicciones"


Me dicen los amigos que leen mi blog que estoy perezoso, vacando quince días sin escribir nada. Y tienen razón. Estoy falto de inspiración o de empeño que es el tesón y la constancia semanal; y un poco abatido por tantas noticias negativas en nuestra piel de toro como decepcionado por la falta de imaginación o de voluntad de nuestros gobernantes para hacer la vida más agradable a los gobernados. A esto, sumo mi indignación por el grosero sectarismo, la manipulación y la mugre informativa de muchos medios de comunicación. Confieso que me resulta difícil vivir sin información pero abomino cada mañana de tanto tertuliano encumbrado que cuando opina no duda sino que dogmatiza. Afortunadamente, quedan la familia, los amigos en quien confiar y "un camino de sabiduría para discernir el bien o el mal con libertad".

Ayer recibí la triste noticia de la muerte súbita de Fermín, un gallego noble y bueno, marido de Charo Larroca, a la que presenté el 21 de mayo del año 2005 en el museo etnológico la Posada de Chinchón (Madrid), su libro "Así cocino yo" (La cocina de siempre para triunfar ahora) que nos dedicó con el mismo abrazo cariñoso que desde aquí quiero transmitirla en este duro trance.

Los fines de semana me dedico a la práctica deportiva, a la lectura, al cine y a la contemplación del fútbol televisado o de cualquier otro deporte. Pero este fin de semana tenía cierto interés en conocer el discurso de Alex de la Iglesia, presidente de la Academia de Cine, con motivo del 25 aniversario de la entrega de los premios Goya. Jamás me han interesado las palabras de los presidentes de la Academia pero el hecho de que alguien dimita voluntariamente en este país por discrepancias con una ministra o con el portero de tu finca urbana, empiezo a mostrarle mi aprecio. Aquí, a los políticos o a cualquier pelanas de cualquier institución hay que sacarlos con fórceps. Pero es que, además, sus palabras, para las que recomiendo su lectura, están llenas de coherencia, sentido común y dignidad. Y como ejemplo de indignidad, la censura de TVE a los gritos de ¡Fuera, fuera! y ¡Sinde dimisión!