sábado, enero 26, 2008

El honor y la honra en la Edad Media bajo el Fuero de Plasencia


El artículo 18.1 de la Constitución Española de 1978 garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. Actualmente está considerado como un derecho fundamental. Sin embargo a lo largo de la historia no ha sido un concepto unívoco ni ha tenido la misma significación. Ha dependido de las normas, valores sociales y morales vigentes en cada momento. El diccionario de la Real Academia Española define el honor como buena reputación y la honra como buena opinión y fama adquirida por la virtud y el mérito. Muchos autores de diferentes épocas han definido el honor o la honradez. Tácito decía que en un espíritu corrompido no cabe el honor. Publio Siro expresaba que el que ha perdido el honor ya no puede perder más. Cervantes manifestaba que es mejor la deshonra que se ignora que la honra que está puesta en la opinión de la gente. En sentido objetivo el honor es la reputación, buen nombre o fama de que goza, ante los demás, una determinada persona.

En la Edad Media el concepto del honor se ponía a prueba diariamente. El espíritu caballeresco medieval expresaba fidelidad al deber y a la honra. Por doquier y en todos los niveles de la sociedad se escuchaban expresiones: Por mi honra, por vuestra honra, salva mi honra. El Fuero de Plasencia y su extenso territorio llegaba en nuestra zona hasta la garganta de Chilla. Este Fuero contemplaba, entre otras muchas órdenes, la institución de la caballería formada por nobles caballeros, hombres buenos y vecinos honrados que mantenían a su cargo caballo y armadura para acudir en socorro del concejo o del rey y exterminar a los golfines, grupos de ladrones y forajidos que asaltaban en los caminos y tenían atemorizada a la población. Los caballeros tuvieron gran prestigio y reconocimiento popular por sus grandes gestas. De este siglo viene la expresión popular que ha llegado hasta nuestros días: Es todo un caballero.

Claudio Sánchez-Albornoz dice que del orgullo celta debió nacer el vivaz y arisco sentimiento del honor castellano que se tradujo en lealtad o se vertió en venganzas, dado su aislamiento con sus hermanos de allende el Pirineo. Una de las primeras conductas reprobadas en el Fuero de Plasencia era tirar de los cabellos a la mujer que se castigaba con diez maravedíes o de la barba al varón con cien. Quitar a uno sus ropas contra su voluntad hasta dejarle en cueros equivalía al pago de medio homicidio.Todo aquel que hiriese a otro con cohombro (variedad de pepino), melón, huevo o con cualquier otra cosa que pudiera ensuciarle, debe tributar diez maravedíes.Quien eche en la calle lechón, perrillo, gato muerto o ave, pechará cinco sueldos a la vecindad. Era un grave ultraje descabalgar a los caballeros o tirarles de la brida del caballo y se penalizaba con treinta maravedíes. El maltrato a los caballos estaba muy penado.

En esta época era despreciable la figura del calumniador y su ataque al honor de la persona. Los insultos como alevoso, traidor, leproso o falso, sin pruebas, invertido o hijo de invertido, pagaban diez maravedíes. Romper un diente pagaba cien maravedíes o apedrear puerta ajena treinta. Injuriar a una mujer llamándola puta, rocina o malata se castigaba con tres maravedíes. Al violador se le privaba de la vida con el ahorcamiento. Se castigaba a las mujeres que entraran en los baños públicos el día que correspondía a los hombres. El alcahuete o alcahueta eran las personas que concertaban o facilitaban una relación amorosa ilícita. La figura española de la Celestina o la vieja Trotaconventos. El alcahuete era ahorcado y la alcahueta quemada. El marido podía matar a la mujer cogida en adulterio y al adúltero. Cuando el marido sospechaba de adulterio ésta podía desmentirlo con el voto favorable de doce mujeres. Se recriminaba el yacimiento o la fornicación de la viuda en el lecho conyugal con un varón. Estaba tipificado como delito contra la honestidad la unión sexual consumada entre distintas razas, judío con con cristiana u otras. El que echara agua por la ventana o esputo o ensuciara a otro debía pagar diez maravedíes. Quizás de aquí nació el "agua va".

Arrojar estiercol o cualquier otro excremento a la cara o meterle un palo por el culo a otra persona se castigaba con doscientos maravedíes. Estaba prohibido echar en la calle, perros, cerdos o bestias muertas bajo multa de un maravedí. El duelo estaba admitido para probar la falsedad de los delitos de homicidio y la violación con la autorización de los alcaldes. En caso de homicidio, los parientes más cercanos desafiaban al sospechoso y si había cómplices podían desafiar hasta un máximo de cinco. En Plasencia se celebraban los duelos en domingo. Los límites eran marcados por los alcaldes y quien los pasaba se le consideraba vencido. Los combatientes juraban defender la verdad ante los Evangelios, y tras oir misa iniciaban el duelo armados con una lanza, dos espadas y un escudo, y cubiertos con loriga, yelmo y brafonera. Si al tercer día en la noche no se había vencido al retado, éste era creído. En esta época existían los enemigos temporales o los enemigos para siempre. Y como pena leve por trasgredir las normas del duelo los asistentes pagaban la caloña, una sanción económica.

sábado, enero 19, 2008

Curiosidades de la vida madrigaleña en el siglo XV


El rey Alfonso VIII funda "Plasencia y su tierra" en 1189 y le concede un amplio alfoz. Este último término expresa los diferentes pueblos que en el Privilegio de fundación forman parte de la jurisdicción de Plasencia. Alfonso VIII fue hijo de Sancho III y accede al trono en 1158 cuando sólo tenía tres años de edad. Relanzó la Reconquista y es conocido por el de Las Navas en la victoria que logró contra el califa almohade Muhammad An-Nasir el 16 de julio de 1212 en la Batalla de las Navas de Tolosa (Jaén). Las tierras se dividieron en Sexmos y Madrigal quedó integrada en el de La Vera, además se crearon el del Valle y Trasierra y del Campo de Arañuelo. Básicamente los ríos delimitaron los términos: La Vera bañada por el Tietar, El Valle por el Jerte y El Campo de Arañuelo en la zona comprendida entre el Tietar y el Tajo y las comarcas de Mirabel, Ibor y Almonte.

Algunas de estas tierras pertenecieron a Señoríos. Nuestro pueblo a final del siglo XIII quedó bajo el señor de Valverde, título que ostentó por primera vez Nuño Pérez de Monroy. Plasencia y la mayoría de sus tierras en 1442 pertenecieron al Condado de Pedro Estúñiga hasta que en 1488 los Reyes Católicos las incorporaron a su dominio real. Plasencia tuvo medio siglo de dominio señorial y Madrigal cinco siglos y medio. Las consecuencias se sintieron, pues el señor era dueño de vidas y haciendas al detentar el poder ejecutivo, legislativo y judicial. Favorecía sus intereses y nunca los del Concejo. Aunque estos para atender sus necesidades -salarios de los cargos públicos, obras y servicios de la ciudad, pueblo o aldea- tenían una hacienda propia constituida por los bienes de propiedad municipal denominados "propios"-tierras, montes, prados, bosques, casas, ríos, barcas- distintos de los "comunales" que eran de disfrute para todos los vecinos- dehesas comunales para pasto de animales, fuentes y otros-.

Había impuestos que gravaban el paso de personas, mercancías y ganado por el pueblo o caminos vecinales como el portazgo y el montazgo que no recaían sobre vecinos del pueblo o su cantidad era menor que para los forasteros. Los impuestos eran indirectos y se recaudaban a través de los cogedores o arrendadores. Durante la época del Señorío la mayoría de los arrendadores eran judíos. Eran los vigilantes de los intereses del Concejo o del Señor y los recaudadores de multas de las que se quedaban con un tercio o la mitad. Velaban escrupulosamente por el cumplimiento de las Ordenanzas del Concejo impuestas por el Señorío relacionadas con los bienes de propiedad municipal, con las relaciones comerciales o con la agricultura y ganadería. Había otros guardas nombrados por el Concejo con pleno conocimiento del Señor: los viñadores, que cuidaban la viñas, el porquero que sacaba cada día del pueblo o ciudad los puercos propiedad de los vecinos y los llevaba a la sierra, montes o rastrojos, los veedores y fieles que vigilaban los intercambios o tratos comerciales y el pastor del Concejo que guardaba los bueyes que pastaban en la dehesa boyal. Los bueyes eran utilizados como animales de tiro. En Plasencia estaba totalmente prohibido que los cerdos anduvieran por las calles y plazas de la ciudad. Los alguaciles o los pregoneros podían matar a cualquier puerco que encontraran durante el día en la ciudad. Por la noche cada propietario debía cuidar sus cerdos.

En este siglo se otorgaba un premio de 4 reales a quien matara un lobo mayor, 8 reales por una camada de cuatro o más lobos y 4 reales por menos de cuatro lobos. Para evitar fraudes con la presentación del mismo lobo en distintas ocasiones los escribanos del Concejo les cortaban las orejas. También había un premio de 24 maravedíes por cada águila capturada y 24 maravedíes por los polluelos. A estos, los escribanos les cortaban los picos. A los arrendadores que incumplían con sus obligaciones se les retiraba del cargo por perjuros, devolvían todas las rentas y recibían como pena corporal 100 azotes. En la Bazagona había varias barcas para cruzar personas, productos o ganados el río Tietar, la de Villanueva, El Losar y Jaranda (hoy Jarandilla). Pasar un hato de fuera costaba 20 maravedíes y una yegua cerrera de fuera 2 maravedíes. Hombre de pie: 2 maravedíes. Hombre con acémila o asno no paga la bestia. Hombre con caballo o mula 6 marevedíes. Las bellotas, los árboles y las maderas se vigilaban para evitar el abuso de los ganaderos y leñadores. En la Vera estaba prohibido varear las bellotas antes del 20 de septiembre bajo multa de 24 maravedíes. La quema de árboles de los montes concejiles de más de 10 pies de altura se castigaba con el destierro perpetuo. Si el desterrado no salía del pueblo o ciudad era sometido a la pena de muerte. El Concejo daba licencia para cortar madera. Estaba minuciosamente regulada la labor de los leñadores.

Resultaba difícil regular equitativamente la agricultura y la ganadería. Las viñas, las huertas, el lino, el cáñamo y las sementeras se acotaban y se protejían de los ganados. Había multas para los ganados por cabezas. Los fieles y regidores eran los mediadores en los conflictos de daños. Desde el 1 de mayo hasta Navidad estaba prohibido el paso por las viñas o cazar en ellas. Entre el 25 de julio y la fiesta de San Miguel estaba prohibido llevar los perros sin bozal. El Concejo fijaba las fechas de la vendimia. Se sancionaba el robo de uvas, cebada, aceitunas, higos y otros frutos. El ladrón que no podía pagar la multa era atado al rollo o picota durante un día. El sistema de explotación de la tierra de cereal era el arrendamiento: el señor ponía el arado, los bueyes o las mulas y el alimento de los animales. En las huertas ponía la simiente, la bestia y el alimento del animal. En Plasencia, los hortelanos eran mayoritariamente moros. Había distintas categorías: menestrales, oficiales y braceros.

La caza y la pesca estaban asimismo muy reguladas. Había multa de 24 maravedíes por cazar palomas caseras o de monte dentro de la ciudad o del pueblo. Estas especies estaban muy protegidas. Las ordenanzas de pesca establecían las vedas y formas de pescar. Se trataba de garantizar que hubiera pescado durante la Cuaresma. Desde San Miguel hasta el día de carnaval estaba prohibido pescar truchas y anguilas. Los judíos que se dedicaban al comercio eran principalmente traperos, sastres y zapateros. En lo relativo al establecimiento de pesos y precios era el Concejo el que los fijaba en el caso del pan y vigilaba el vino,la sal y la carne. Se sancionaban las irregularidades y la inexistencia de pesas para comprobación del comprador. Para evitar la subida de los precios de los productos básicos estaba prohibida la reventa o la intermediación. Estaba también prohibido comprar cabritos a los cabreros en dos leguas a la redonda para revenderlos bajo apercibiento de perderlos y multa de 24 maravedíes. Los dueños estaban obligados a venderlos vivos y a pie al precio y peso fijado por el Concejo. Había una prohibición de vender cabritos muertos. Con esta estructura y control de los precios y mercados de productos básicos era difícil que en el siglo XV la inflación terminara en el 4,2% como ha ocurrido en el actual siglo y año 2007. Pero creo que ninguno nos cambiaríamos, ni desearíamos haber vivido en en el siglo XV. Nuestros antepasados no estaban satisfechos con la calidad de vida que tenían bajo el Señorío de Valverde.

sábado, enero 12, 2008

La gastronomía madrigaleña, el gusto por lo sencillo y natural


Nuestro límite con Ávila y Toledo ha influido en algunas de nuestras costumbres, en nuestro folklore, en nuestro habla y también en nuestra gastronomía. Aunque esencialmente nuestra cocina forma parte de la cultura gastronómica extremeña. La cocina extremeña ha tenido tres importantes centros culinarios a lo largo de la Edad Media: Guadalupe, Alcántara y Yuste. La cocina del Monasterio de Guadalupe núcleo central de sabores celestiales en la antiguedad, sin continuidad en los últimos siglos. Alcántara, sede de la Orden Militar a la que dio su nombre, donde estaba el Monasterio de los monjes Benitos que cocinaban exquisitos platos vinculados a la caza como faisán trufado, deliciosas perdices, refinado hígado de pato etc. y nuestro verato Monasterio de Yuste que desde que llegó Carlos V cambió las cultura gastronómica del Monasterio y de su entorno.

Pero Madrigal de la Vera como pueblo campesino y de pastoreo desarrolla una cocina sencilla con productos naturales de la tierra, la sierra, los huertos y las gargantas y ríos. El descubrimiento de América introdujo en nuestra cocina tres productos básicos: el pimiento, la patata y el tomate. Con el pimiento seco, origen del pimentón, se elaboran varios productos: las migas extremeñas, la chacinería de la matanza y otros, la patata fue básica para múltiples platos y el tomate para el gazpacho extremeño, ensaladas etc. Como campesinos nos alimentábamos fundamentalmente de la matanza anual del cerdo y como pastores al cuidado de cabras y ovejas tomábamos leche fresca de cabra recien ordeñada, queso fresco y algunos privilegiados, caldereta de cordero o cabrito en días festivos muy especiales. Inicialmente era una cocina humilde de supervivencia con pocos ingredientes acompañados siempre de ajo y laurel. En cada casa no faltaban cuatro o cinco gallinas que nos abastecían de huevos. El puchero de barro para el cocido diario y los morillos, el caldero para las migas, el mortero de madera para machar el ajo y posteriormente el almirez de bronce, el molinillo, las llares para colgar calderos y calentar el agua y las trébedes para colocar la sartén o el perol donde realizar los guisos eran útiles básicos de nuestra cocina familiar y tradicional. No faltaba la tinaja de barro con el agua para consumo y el socorrido botijo para la época estival.

El desayuno habitual era café torrefacto molido hecho en el puchero al amor de la lumbre con unas gotas de leche de cabra o vaca y las tradicionales migas con pimentón y torreznos o el tazón de café con azucar y pan "migao". En días festivos muy especiales el café o el chocolate se acompañaba de deliciosos churros que se compraban a la churrerra que los pregonaba por todo el pueblo. Yo gozaba en mi niñez de este privilegio, pues los churros los hacían y vendían mis abuelos maternos. En la fiesta patronal del Cristo de la Luz se tomaban los dulces tradicionales: perrunillas, mantecados, magdalenas o tirabuzones para acompañar el desayuno. En los días crudos del invierno se calentaban los músculos que soportaban el arado o la azada con una o dos copitas de aguardiente. A mitad de la mañana no faltaban en las alforjas de cada agricultor el tocino curado de la matanza, la morcilla de calabaza o el chorizo, la bota de vino, el queso de cabra y después de oveja, algún tomate y el pan de trigo o de centeno amasado en casa y cocido en la tahona de "tia" Fermina. La comida habitual durante todo el año, excepto en Semana Santa, era el cocido. Al caldo se le aderezaba con sopas de pan. Los fideos llegaron después. Los garbanzos se acompañaban principalmente con alguna patata y repollo. Se terminaba con el tocino, el relleno, la morcilla, el chorizo y la oreja de cerdo. De postre, las frutas de la tierra: sandía, melón, melocotón, peras u otras frutas tradicionales. En la cena se tomaban sopas con tomate o sopas con patatas. Algunas familias de origen toledano cenaban "gachas".

En Semana Santa, como era pecado comer carne, se suprimía el cocido, los embutidos y los dulces hechos con manteca de cerdo. En el desayuno se tomaba el café con pringadas fritas en aceite de oliva. La comida clásica era el potaje con espinacas, garbanzos, judías blancas y bacalao que no estaba al acceso de todos. Los huevos caseros y patatas fritas con aceite de oliva o tortilla de patatas eran platos excelentes. Como único pescado se consumían las sardinas enlatadas en aceite o secas denominadas arenques a las que había que eliminar las escamas golpeándolas entre el papel de estraza o algún pez de garganta o río: tencas, barbos, carpas o truchas. Era una época ideal para los golosos: de postre se comían natillas, flan de huevo o torrijas con leche o vino. En la fiesta de todos los Santos era tradicional el potaje de castañas. Mi abuela paterna lo hacía excelente. Se salía al campo a asarlas en la lata perforada. La castaña es muy apreciada desde antiguo, ya que por su contenido en féculas y azúcares tiene un importante valor nutritivo. En épocas de escasez era un alimento importante para los pobres. Las pilongas eran muy apreciadas.

En Nochebuena y Navidad, la familia que durante el año tenía medios económicos mataba el pollo, conejo o pavo que había engordado para estos días tan especiales en el corral de la casa o en el gallinero del campo. Con los hígados, riñones, asaduras y demás se hacía una sopa de menudillo que se tomaba de primer plato en los días festivos.

Hay otros platos tradicionales madrigaleños que saboreaba en la niñez y que durante la época adulta, por distintas circunstancias, no han tenido continuidad en mi dieta alimenticia: las "sopas canas" realizadas con leche y pan frito, la sopa de cachuela, las patatas "aliñás", hoy revolconas o machacadas, las carillas con tomate, las patatas guisadas con arroz, el arrope, los buñuelos, el "rin-ran" de verano etc..

La gastronomía madrigaleña es sencilla pero con sabor y nombre propio. Una cocina de tradición familiar con recetas de viva voz trasmitidas de generación en generación que afortunadamente los visitantes pueden degustar en alguno de los restaurantes del pueblo.

sábado, enero 05, 2008

Madrigal, "Espacio Limpio y Natural Protegido"


Desde hace años nuestro pueblo y su entorno natural es un gran foco de atracción para el ecoturismo o turismo de naturaleza. Es una modalidad turística que implica el disfrute de los recursos naturales en estado relativamente original y en la
que el objetivo principal del viaje se relaciona directamente con la naturaleza. Los propios vecinos y los visitantes no podemos olvidar que el medio ambiente es un activo clave con exigencias de calidad para la revalorización de los recursos turísticos. El turismo debe mantener un equilibrio entre los intereses sociales o económicos y la conservación de los valores naturales y culturales. Es de vital importancia el respeto a la diversidad biológica, a los procesos ecológicos esenciales y a los sistemas de defensa de la vida natural. A esto se une el respeto a las tradiciones y a las costumbres locales.

La conservación y el desarrollo del medioambiente es un valor en alza para muchos turistas de los países europeos más desarrollados. Eligen entornos naturales bien conservados o espacios naturales protegidos. No basta la calidad del producto o un buen servicio. Hay que añadir la calidad ambiental para conseguir la plena satisfacción del cliente y su fidelización. Es de suma importancia la conservación del entorno y del patrimonio natural, arquitectónico, cultural y social. Somos unos privilegiados al poseer una diversidad de ecosistemas de alto valor ecológico o paisajístico. Algunos de nuestros recursos naturales y de nuestra fauna y flora silvestre se encuentran en peligro de extinción. Los propios madrigaleños debemos mantener una conducta responsable evitando la degradación, el deterioro del medioambiente y la suciedad de nuestro hábitat. La garganta de Alardos en época estival es un área ambientalmente muy sensible, singular, y un destino masivo turístico de frágil equilibrio que necesita una mayor y mejor conservación. Hay que potenciarla interna y externamente como "espacio limpio". La rentabilidad económica no puede ser la depredadora de la naturaleza. La conservación de la biodiversidad no es un freno al desarrollo sino el motor de éste.

El desarrollo turístico de la Vera con su patrimonio histórico artístico ambiental y sus valores paisajísticos debe integrarse adecuadamente en su entorno. Pero este desarrollo exige buenas vías de comunicación, plazas hoteleras de calidad y adecuadas campañas de promoción y respeto al medio ambiente. En los últimos años la oferta de alojamiento ha experimentado un importante crecimiento con algunas casas y hoteles rurales admirables tanto en su tipología constructiva con la rehabilitación de espacios degradados como en su deliciosa gastronomía con la potenciación de la cocina autóctona, de la que alguna semana escribiremos. Muestran una gestión de calidad en todas sus actvidades: acogidas, servicios, equipamientos, instalaciones, promoción y comercialización.

Queremos que Madrigal tenga un entorno natural bien conservado y que las autoridades locales conciencien del respeto a su hábitat como "Espacio Limpio y Natural Protegido" al margen de la calificación oficial o legislación que lo declare. Debemos legar a nuestros herederos un patrimonio natural, arquitectónico, cultural y social mejor que el recibido de nuestros mayores.