sábado, marzo 15, 2008

La búsqueda de la felicidad


A lo largo del tiempo, numerosos sabios, filósofos y pensadores nos han dado las claves para ser felices. Las antiguas civilizaciones querían conocer su futuro observando el presagio de los astros o el vuelo de las aves o el signo de las manos. Eran sus arcanos más íntimos. Hoy exploramos los vaticinios del horóscopo o conocemos nuestra carta astral o entregamos nuestra mano a la gitana para que nos lea la buenaventura. Nada ha cambiado sobre el futuro y la felicidad en el signo de los tiempos. Muchos de los que lean este artículo tendrán notorias razones para pensar que vivimos marcados por nuestro destino y nada podemos hacer para cambiarlo. Pero en el indiferente universo, los filósofos han buscado en las galerías de su memoria y nos han dado sabias y sutiles máximas para ser feliz.

Allá por el año 341 a.C. nació en la isla de Samos un niño denominado Epicuro, de temprana vocación por la filosofía que nos ha ofrecido un elenco de mensajes y principios para adentrarnos en ese misterio hermoso que es la felicidad. Hay otros muchos nombres que las generaciones actuales y las venideras no se resignarán a olvidar. Epicuro tenía treinta y cinco años cuando fijó su residencia en Atenas. Vivía en un jardín que la tradición reseñaba como idílico cuando en realidad era un modesto huerto. Séneca nos cuenta que en la entrada había una inscripción que invitaba a la alegría y a la confianza: Aquí te hallarás a gusto, huesped, aquí el placer es el bien supremo. En este pequeño huerto proponía una convivencia serena basada en el trato amable, el cultivo de la amistad, el rechazo a las riquezas y poderes, el encuentro con la naturaleza, madre, guía y protectora, la búsqueda de la sabiduría y alejar el temor a la muerte. Epicuro envejeció en su jardín rodeado de sus amigos y feliz a pesar de su limitada salud.

La vida epicúrea ha sido interpretada, defendida, elogiada o censurada por numerosos filósofos y pensadores elocuentes o sensibles: Cicerón, Lucrecio, Horacio, Séneca, Petronio, Shakespeare, Bocaccio, Cosma Raimondi de Cremona, Lorenzo Valla, Erasmo de Rotterdam, Petrarca, Gracian, Quevedo, Feijoo, Nietszche, Diderot, D'Holbach, Gabriele d'Annunzio y otros muchos. Epicuro niega el destino, propone la afirmación de la vida frente a la negación de la muerte. Hemos de gozar la vida, no prepararnos para la muerte. Es un agnóstico que incita a la intensidad de la vida marcada por los sentidos. Invita al placer como el principio y el término de una vida feliz. El placer máximo es la ausencia de todo dolor. A la amistad la considera como el más grande de los bienes. En los comienzos del siglo XXI la vida epicúrea está de plena actualidad. En una sociedad en crisis con pérdida de valores religiosos, cada vez más agnóstica y anticlerical, sólo queda la afirmación de la vida, el gozo, los placeres bien elegidos y vivir intensamente el tiempo. A nadie se le niega la posibilidad de ser feliz, la aventura de la amistad por la que se da la vida parece la mejor propuesta en una sociedad caótica.

Destacaré algunas de las sonoras y enfáticas máximas de Epicuro para una vida de felicidad: La sabiduría es germen de la felicidad y a todos alcanza por igual. El recto conocimiento de nuestros deseos conduce a la felicidad. El placer es el bien supremo. La prudencia es el más excelso de todos los bienes. Conoce la naturaleza, sólo si la escuchas serás feliz. La sensación es fuente del conocimiento. La amistad es la máxima bondad de la vida. La justicia se cimenta en un pacto de no agresión. Las leyes varían con las circunstancias. La naturaleza enseña que la felicidad reposa en el placer.

Bertrand Russell, premio Nobel de literatura en 1950, escribió en 1937, durante nuestra irracional guerra civil -parece un sarcasmo- un clásico para ser feliz: La conquista de la felicidad. José Antonio Marina y Marisa López en su Diccionario de los sentimientos tienen un capítulo dedicado a Historias de la alegría y la felicidad. En el año 2006, el psicólogo Bernabé Tierno ha publicado un libro con el título: Hoy, aquí y ahora. Estás a tiempo de ser feliz. De esta misma época es: El viaje a la felicidad de Eduardo Punset y Tropezar con la felicidad de Daniel Gilbert.

Nadie ha logrado destejer el arco iris ni darnos la fórmula mágica para ser siempre felices. Quizás lo mas importante es que seamos felices por un instante y que ese instante llene nuestra vida.