viernes, septiembre 11, 2009

Madrigaleños con destino a las Indias


El período colonial

Tras la conquista de América miles de extremeños emigraron a las denominadas como las Indias en el período colonial. Inicialmente, muchos de los que estaban casados se fueron solos a probar suerte dejando en su lugar de origen, a su mujer y a sus hijos aunque el movimiento migratorio a las Indias estuvo en su mayoría integrado por hombres solteros. La emigración fue fundamentalmente masculina en los primeros años del siglo, con un 7% de mujeres, pero a partir de 1550 la proporción entre hombres y mujeres se estabilizó en torno al 40%, una vez finalizadas las grandes conquistas e iniciada con fuerza la etapa de colonización. Abandonaban una vida miserable con la esperanza de lograr una riqueza soñada o al menos salir de la extrema pobreza.

Los datos correspondientes al siglo XVI, según distintos autores, muestran que entre 8.025 y 9.035 extremeños emigraron a las Indias durante este período. En este mismo siglo cruzaron el Atlántico 200.000 españoles. Y entre estos, hubo algunos madrigaleños de los que posteriormente haré mención. El viaje en aquella época era largo y azaroso. Embarcarse a las Indias implicaba cortar amarras y exponerse a peligros e incomodidades. Las vicisitudes de la navegación y el alto precio de la travesía dificultaban los regresos. España ha tenido cinco siglos de idas y venidas a América. El tipo de emigrante más visible, que no mas numeroso, fue el de los clérigos y comerciantes.

La Casa de Contratación

En 1503, se crea en Sevilla la Casa de Contratación que tenía como objetivo supervisar y controlar todo el tránsito comercial, incluidas las personas. Y, así, cualquiera que manifestaba su deseo de emigrar al Nuevo Mundo, tanto en el inicio de la conquista como en la época colonial, debía obtener un permiso o licencia expedida por la Casa de Contratación, las Reales Audiencias, los virreyes o los gobernadores de las Indias. La legislación en materia de emigración aparece recopilada en las Leyes de Indias, libro IX. En un principio, el trámite era muy sencillo y sólo se requería la inscripción en los libros de matrículas.

El acuerdo de la Corona era poblar lo antes posible las tierras descubiertas y con esta intención, hasta a los condenados por la ley se les desterraba a América. Posteriormente, se endureció la tramitación y hubo una fuerte vigilancia de los pasajeros. Felipe II, en 1552, decidió que los futuros viajeros debían aportar información sobre su vida personal y familiar, con especial vigilancia en la limpieza de sangre. Hubo colectivos favorecidos por distintas razones, los eclesiásticos por motivos de evangelización y los labradores y artesanos por razones estratégicas y económicas. Otros, tenían prohibido el acceso a las Indias: herejes, moros, judíos, gitanos, “ensambenitados” por el Santo Oficio o la Inquisición, cristianos nuevos y extranjeros por competencia comercial. Se amplió asimismo a personas sin ocupación concreta para evitar que las Indias se llenaran de vagabundos y de gente de mala vida.

Las licencias de embarques de la Casa de Contratación quedaban reseñadas con distintos asientos en los Catálogos de Pasajeros a Indias, donde a partir de 1552, aparecía el lugar de origen, actividad laboral, edad, estado civil, sexo, datos paternos y motivo del viaje. De aquí se han obtenido los flujos migratorios oficiales a las Indias pero muchos pasajeros han falseado estos datos. O para evitar el riguroso control de la documentación por las autoridades se han embarcado de forma clandestina sobornando a la tripulación.

La pérdida de documentación en los primeros años del siglo XVI y las embarcaciones clandestinas hacen que las cifras reales y oficiales no coincidan. En los archivos de protocolos, padrones municipales, libros de actas capitulares, documentación nobiliar, registros parroquiales y diocesanos aparecen referencias de indianos que no aparecen en el Archivo General de Indias. Por el cruce de distintas fuentes, existen numerosos extremeños en las Indias que no aparecen en los Catálogos de Pasajeros. Estas circunstancias explican las dificultades para conciliar el número de pasajeros, tanto extremeños como del resto de España que emigraron en el siglo XVI y posteriores a las Indias.

El viaje

La ocupación media de pasajeros por barco a principios del siglo XVI era de 12 a 14 personas. En 1605, alcanzó el máximo nivel de casi 24 pasajeros por navío. Eran barcos pequeños. El promedio de marineros por barco era de 40. Es decir, una media de 64 personas por barco. La salida desde Sevilla obligaba a viajar hasta la ciudad a cuantos querían pasar a las Indias. Badajoz y provincia, por su proximidad con Sevilla, tuvieron una alta densidad migratoria, comparada con Cáceres que fue muy inferior. La emigración en poblaciones urbanas fue muy superior a los núcleos rurales. Las comarcas de señorío humilladas y presionadas por los nobles emigraron más que las de realengo. La mayoría de las personas emigrantes tenía una edad inferior a 34 años. El equipaje de muchos viajeros era exclusivamente su propia ropa y desde su lugar de origen a Sevilla dormían donde podían encontrar sitio. A veces encontraban una cama gratis en los hospitales municipales. De Madrigal a Sevilla tardaban de 20 a 25 días en el trayecto. Si no tenían familia donde alojarse, se hospedaban en alguna de las numerosas posadas sevillanas.

La estancia era tan cara que para reducir gastos solicitaban la salida en la primera flota que zarpase. Una vez comprobados y aceptados los documentos por los oficiales de la Casa de Contratación se les asignaba el barco y el maestre de raciones correspondiente. El contrato estipulaba el lugar de acomodo en el navío y las raciones de agua, sal y leña diarias durante el transbordo. Incluía también el número de cajas y baúles que se podían transportar sin pagar flete suplementario. Los pasajeros debían llevar sus propios alimentos. El escaso espacio ocupado estaba, con frecuencia, lleno de piojos y cucarachas. El horno de pan y la cocina estaban colocados a popa. El fuego de la cocina se mantenía habitualmente encendido con un riesgo demasiado elevado de incendios. Con temporal o mar gruesa no había comida caliente. El agua dulce se conservaba en barricas de madera.

El viaje resultaba incómodo por las constantes mareas que producían frecuentes vómitos en los pasajeros. Su precio era bastante elevado si se quería viajar con cierta comodidad. Superaba los 25.000 maravedís. El pasajero común solía viajar debajo del toldo durmiendo sobre las planchas que el maestre le daba. Con el sueldo mensual no se podía financiar el viaje si no se tenía ayuda familiar u otros bienes para vender. Había pasajeros que realizaban el camino desde su lugar de origen a Sevilla en mula y cuando llegaban a la ciudad la vendían para sufragar el viaje.

Los religiosos viajaban a cuenta de la Real Hacienda. Cada orden llevó un número distinto de misioneros. En este siglo los más numerosos fueron los franciscanos con 961 misioneros, seguidos por los dominicos con 642, los jesuitas con 348, agustinos con 229, mercedarios con 80 y carmelitas con 53. De Extremadura salieron 41 misioneros franciscanos. Las restantes órdenes procedían principalmente de ambas Castillas y de Andalucía. A todos los viajeros les esperaba un Nuevo Mundo plagado de incertidumbres. A América, además de los clérigos, llegaron españoles de todas clases sociales, desde los grandes de España como altos funcionarios reales hasta sencillos artesanos y campesinos pasando por calificados profesionales y mercaderes, hoy hombres de negocios. América fue un continente de oportunidades para enriquecerse y para ascender socialmente.

Expedición de Hernando de Soto a la Florida

Los principales destinos de los emigrantes extremeños, incluidos los madrigaleños, fueron Nueva España, Perú y Nueva Granada. Las hazañas de Hernán Cortés y Francisco Pizarro tuvieron una gran influencia en su elección, destacando además que en estos virreinatos había mejores perspectivas económicas para los que hasta allí llegaban. Hubo otras expediciones muy atractivas como la de Hernando de Soto a la Florida en la que participaron un 34% de extremeños. En ésta, se enroló un vecino de Madrigal, posiblemente como soldado, el 27 de febrero de 1538. Se llamaba Pedro Yañez, hijo de Alonso Yañez y de Teresa Fuerte.

Hernando de Soto, conquistador y explorador extremeño nació en Jerez de los Caballeros, (Badajoz), en 1500. Viajó a América con 14 años acompañando a Pedro Arias Dávila y desembarcando en Panamá. Con 16 años participó en la expedición de Gaspar de Espinosa, descubridor de la costa de Nicaragua. Dos años después intervino en la conquista de este país y de Honduras bajo las órdenes de Francisco Hernández de Córdoba. Fue un afamado jinete y un excelente combatiente. En 1528, organizó su propia expedición por la costa de Yucatán. Fue uno de los colaboradores directos de Francisco Pizarro en la conquista del Perú con el que posteriormente se enemistó. Volvió a España en 1536 con 100.000 pesos de oro, parte de sus recursos por la conquista del Imperio Inca. En abril de 1538 prepara su expedición a la Florida. Soñaba con una gesta semejante a la de Hernán Cortés y Pizarro que no logró. En mayo de 1539 llegó a la costa occidental de la Florida con casi 700 hombres, nueve naves, 24 sacerdotes y 220 caballos. Exploró la Florida con extrema dificultad al estar rodeada de lagos y de insoportables mosquitos en un clima extremadamente cálido y húmedo. El sistema de guerrillas de los indios dejó a las tropas muy mermadas. El 8 de mayo de 1541 alcanzó el río Misisipi. Un año después muere a causa de altas fiebres en el pueblo indígena de Guachoya, próximo al propio río.

A Nueva España (actualmente México), emigró el 20 de octubre de 1512, otro madrigaleño llamado Gonzalo Ramos, hijo de Gonzalo Ramos y de Catalina Martín, su mujer. (Legajo 5.536, libro I, página 192) Y a Perú, salió otro madrigaleño el 17 de febrero de 1517, llamado Pedro Núñez, hijo de Nicolás Núñez y de Francisca de Madrigal. (Legajo 5.536, libro I, página 464) Estos tres emigrantes citados aparecen en el Catálogo de Pasajeros transcrito del original como naturales de Madrigal de la Vera, pero los siguientes que reproduzco aparecen en el propio Catálogo solamente como naturales de Madrigal. No he visto los legajos manuscritos originales que se encuentran en el Archivo de Indias en Sevilla pero confío en que lo transcrito y publicado sea lo que aparece en los libros de matrículas. Por otra parte, todos los que cito seguidamente viajaron a las Indias, como los anteriores, antes de 1552 en que los registros eran más sencillos. Los reproduzco por si algún madrigaleño ha investigado su árbol genealógico y tiene algún apellido común con los indianos o por mera curiosidad histórica.

Bernardino Sánchez, hijo de Diego Sánchez y de María de la Cruz, vecinos de Madrigal. Emigró el 21 de mayo de 1511. (Legajo 5.536, libro I, página 61)

Alonso Sanguino, vecino de Madrigal, hijo de Alonso Sanguino y de Isabel González. Emigró el 12 de agosto de 1512. (Legajo 5.536, libro I, página 120)

Diego Galván, hijo de Francisco Pérez Galván y de María Galvana, vecinos de Madrigal. Emigró el 12 de octubre de 1512. (Legajo 5.536, libro I, página 190)

Pedro de Madrigal, hijo de Juan de Salamanca y de Catalina González; sus criados Bernardino de Torrecilla, hijo de García de Torrecilla y de María Alonso y Juan Velasco, hijo de Pedro Velasco y de Catalina Rodríguez, todos vecinos de Madrigal. Emigraron el 18 de agosto de 1513. (Legajo 5.536, libro I, página 283)

Blas de Madrigal, hijo de Francisco, guardarropa, y de Ana Sánchez, hija de Pedro de Madrigal y de María, todos vecinos de Madrigal. Emigró el 20 de mayo de 1514. (Legajo 5.536, libro I, página 372)

Alonso de Mercado, hijo de Nicolás de Mercado y de Isabel Núñez, marido de Isabel López, naturales de Madrigal. Emigró el 7 de julio de 1526. (Legajo 5.536, libro II, página 27)

Pedro González, capitán, natural de Madrigal, hijo de González de Torrecilla y de Francisca Rodríguez. Emigró el 2 de junio de 1527. (Legajo 5.536, libro II, página 1)

Los indianos adinerados han dejado en sus lugares de origen signos de lujo y riqueza. Una arquitectura ecléctica y ostentosa que no se ve en nuestro pueblo. Fachadas monumentales, jardines exuberantes, galerías, patios, balcones, capillas privadas, etc. Plasmaron en viviendas suntuosas toda la riqueza de la que hacían gala. Posiblemente nuestros indianos madrigaleños han sufrido el infortunio de la emigración sin conseguir una gran fortuna en el nuevo continente o si la han conseguido han aplicado la máxima aristotélica: La riqueza consiste mucho más en el disfrute que en la posesión.

Nota: Coloco en la red el artículo que he publicado en el Programa de Fiestas de mi lugar de origen, Madrigal de la Vera (Cáceres), con motivo de la celebración en septiembre de la festividad del Cristo de la Luz, patrón del Municipio.