Cuantos me leen saben que soy madrigaleño y verato de nacimiento, de origen abulense por rama materna y paterna, raptado voluntariamente por Plasencia y posteriormente por Madrid durante más de 40 años, ciudad abierta y universal, con afectuosos familiares consortes catalanes, encontrándome muy bien en Paris, donde pasé temporadas hace mucho tiempo, y en otras muchas ciudades del mundo. Previsiblemente, mis últimos días los pasaré en el monte de Cerro Gordo, varado en La Herradura, dentro de la Costa Tropical
de Granada, en el silencio y con los ojos azules de tanto mirar al mar. Aquí, mis ojos se quedan prendidos sobre el horizonte inacabable. Como decía Virgilio, poeta universal de la antigua Roma, "Mantua me genuit; Calabri rapuere; tenet nunc Parthenope. Cecini pascua, rura, duces. "Mantua me engendró; los calabreses me llevaron; hoy me tiene Parténope (Nápoles). Canté a los pastos, a los campos, a los caudillos."
Me sorprende el vocerío y estrépito que se ha organizado porque los catalanes quieren regresar al tribalismo, al proceso endogámico y dogmático de vincularse a su grupo de gente e ignorar al resto de la sociedad. Si vale el término académico, significa volver a una organización social basada en la tribu, al regreso a las decisiones individualistas, anárquicas, secesionistas. Los catalanes, en plena crisis económica y siempre por la "pela"nos venden una nueva patria o un nuevo estado cuando son tiempos de globalización, de cooperación, de acciones colectivas, de identidad europea, de entendimiento. Yo no se lo voy a comprar porque defiendo - me reitero- la diversidad y el mestizaje como valores sólidos de una identidad
global . Dejo al margen lo que diga el Tratado de la Unión Europea sobre secesión y/o adhesión de una región.
Feijoo, en el siglo XVII, considerado asimismo como ciudadano libre de la república de las letras, en su Discurso 4 decía: El término, adonde los hombres caminan, es la conveniencia que pretenden. La
virtud está reñida con la propia utilidad, y que es menester abandonar la
justicia, para negociar la conveniencia. La adulación y la mentira son las dos
alas con las que se vuela a las alturas. La Política, en el sentido que aquí la
tomamos, es el arte de negociar la conveniencia propia. Hay
empero entre éstos algunos, que es poco llamarlos necios; porque es razón
declararlos locos rematados. Y son aquellos, que aun con conocimiento de que van
al precipicio, se empeñan en escalar la cumbre: genios émulos de las vanas
exhalaciones, que por brillar en la altura, consienten en ser reducidos a
ceniza; y más quieren una brevísima vida en la elevación del aire, que larga
duración en la humildad de la tierra. Me parece el texto de vigente actualidad. El previsible Plan de Artur Mas ya tuvo un antecedente en el fracasado Plan Ibarretxe. Y acepto que siempre " hay un camino de sabiduría para discernir el bien o el mal con libertad".
El catalán Albert Boadella, que conoce mejor que yo a sus paisanos, dice que "Hay que dejar que Cataluña se suicide, que la secesión es irreversible y que los españoles se la comerán con patatas". No soy partidario de los suicidios individuales ni de los colectivos de ningún pueblo. Tampoco de los pensamientos políticos únicos que llevan en su germen la corrupción y manipulación informativa. Abomino del entramado artificioso con signos de identificación de patrias artificiales arropadas con la formación del espíritu nacionalista para concluir que España es un estado opresor con Cataluña. ¡A otro perro con ese hueso! Estoy contra el monumento al fanatismo y al maniqueismo político. Hay catalanes iluminados o perversos voluntarios que en estos momentos de discusión manipulan las palabras en la misma medida que desvirtuan la geografía y la
historia para justificar sus pretensiones de secesión. Un mínimo de rigor, honestidad, coherencia y decencia son necesarios. Ya he escrito en este blog que ahora tengo dos paraísos: la naturaleza indómita, salvaje y seductora de mi
tierra verata con sus aguas puras y cristalinas entre los cautivadores colores
del otoño y el maravilloso espectáculo de luces estivales granadinas envuelto en
un clima privilegiado. Pero por encima de todo mi pensamiento sigue estando con Cicerón: Donde quiera que se está bien, allí está la
patria.