jueves, julio 09, 2009

Las anécdotas de Tales


El verano es un tiempo propicio en la aventura de pensar y para ello nada mejor que continuar con el excelente artículo de mi admirado amigo Pablo García Castillo, Decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Salamanca, sobre la felicidad en los filósofos griegos. El primero destacaba la armonía en Pitágoras y éste, las anécdotas de Tales.

Sin embargo, a pesar de esta clara significación de la filosofía como la actividad más valiosa y gozosa de la vida humana, la acusación de su inutilidad la ha acompañado también desde sus inicios. Suele asociarse la figura del filósofo a la de un hombre aislado, solitario, extraño, que vive, por su distracción inocente, alejado de la vida real y cotidiana de sus conciudadanos. Esta imagen proviene sin duda de la vieja anécdota que transmite Platón en el Teeteto y que ha servido a lo largo de la historia para ilustrar la imagen del filósofo como un personaje raro, abstraído y despistado, cuyo saber, si es que lo tiene, es algo inútil. Es la imagen que acompaña a la filosofía desde su nacimiento. Dice así Platón:

Se cuenta de Tales que mientras se ocupaba de observar la cúpula celeste y miraba hacia arriba cayó en un pozo. De lo cual se rió una graciosa y bella esclava tracia a la vez que decía: Quieres saber con verdadera pasión qué es lo que hay en el cielo, pero no ves lo que hay a tus pies, delante de tus narices.

Como lúcidamente ha comentado el profesor Innerarity, en un hermoso libro que concibe la filosofía como una de las bellas artes, “la figura del filósofo que pierde el pie y se estrella contra la realidad inmediata es una vieja imagen con la que se han divertido todas las culturas que guardan un reverencial respeto hacia el hombre teórico, pero le desprecian por su ceguera en la vida práctica” Sin embargo hay dos detalles de la anécdota de Tales que pasan inadvertidos a los técnicos de la lectura apresurada. Primero, que Tales fue un matemático y un astrónomo eminente y que contemplaba el cielo, no por un afán meramente inútil o por puro entretenimiento, sino porque sus conciudadanos de Mileto necesitaban un mapa de las estrellas para orientarse en la navegación nocturna y llegar así a los pueblos limítrofes para vender sus mercancías. Y lo consiguieron gracias a la aparentemente inútil observación de Tales. Y segundo, que aquel chapuzón inesperado fue seguramente, como comentó muchos siglos después Bacon, el que le hizo caer en la cuenta de que el agua es el principio más hondo de todas las cosas, que es, según Aristóteles, la primera frase de la filosofía.

Por otra parte, la anécdota que sobre Tales cuenta Aristóteles, según la cual se enriqueció alquilando las prensas de aceite de Mileto, pues sus conocimientos astronómicos le llevaron a predecir una extraordinaria cosecha de aceitunas, parece que muestra que no era tan despistado como pensaba la graciosa criada tracia. Dice así Aristóteles:

Reprochándole, a causa de su pobreza, la inutilidad de la filosofía, se dice que, sabiendo por las estrellas cómo sería la cosecha de aceitunas, siendo aún invierno y disponiendo de un pequeño capital, tomó mediante fianzas todas las prensas de aceite de Mileto y de Quíos, alquilándolas por muy poco, pues nadie compitió con él. Cuando llegó la oportunidad y súbitamente muchos a la vez buscaban prensas, las alquilaba como quería, reuniendo mucho dinero, demostrando así qué fácil resulta a los filósofos enriquecerse, si quieren, pero no aspiran a ello.

Queda claro, pues, que la filosofía no es un abandono de la realidad de los hombres,sino una visión profunda de sus más íntimas necesidades. Es un compromiso gozoso con la mejor forma posible de vida humana en comunidad. Pero, como puntualiza Aristóteles, el fin de la filosofía no es el negocio, sino el ocio necesario para contemplar la experiencia cotidiana desde una atalaya más alta, es decir, con una mirada más comprensiva que la de la mayoría de los negociantes. Es una teoría más alta, más excelente que la de las demás ciencias, porque se halla comprometida con el futuro solidario de los seres humanos, con su forma de vida más excelente, con el cultivo de la reflexión sobre la pregunta que recorre los grandes textos de la
filosofía griega, expresada con sencillez por Sócrates: ¿cómo vivir?


Así pues, la biografía y las anécdotas que se cuentan sobre Tales, nos hacen ver que no existen fugas de la realidad, ni los filósofos miran hacia otro lado porque les disguste cómo son las cosas. Al contrario, de vez en cuando caen en pozos y hacen el ridículo, justamente por el atractivo de la belleza celestial que pretenden incorporar a la vida humana. Su mirada es distinta, se dirige hacia otro horizonte que el que generalmente observan con facilidad y comodidad los demás seres humanos, pero su aparente desvarío, su locura, sólo pretende encontrar la visión que aporte luz al incierto caminar del hombre. Un poeta como Baudelaire ha evocado aquella caída de Tales y su compromiso filosófico en estos hermosos versos:

Yo río en los duelos y lloro en las fiestas
y encuentro un gusto suave en el vino más amargo;
con frecuencia tomo los hechos por mentiras
y, los ojos elevados al cielo, caigo en los hoyos.
Pero la voz me consuela y me dice: Guarda tus sueños;
los sabios no los tienen tan bellos como los locos.