sábado, junio 20, 2009

"Gladiator" Cristianus Ronaldus


No ha empezado el combate y ya silban las flechas incendiarias que se cruzan con el vuelo de las lanzas. Con la aparición en la distancia de "Gladiator" se oyen los primeros dislates y las caras se tiñen con la pócima del miedo. Su presencia ante los combatientes no pasa desapercibida y satisface pasiones de distinto orden. En sus huestes suscita admiración y veneración. En sus adversarios provoca venganza, menosprecio y odio. "Me gusta ver el odio en los ojos de la gente" ha afirmado Cristianus. La dureza de su infancia le ha mostrado la obligación de ser valiente y la pobreza ha remarcado su coraje. Llega un ídolo de ídolos avezado en contiendas épicas que destila carisma a raudales, que codicia todos los minutos del tiempo y toda la variedad del espacio. Cabalga y galopa como los héroes lo hacen antes de las batallas. En su boca, un sólo grito: ¡Victoria!

En el fragor del choque es un auténtico portento físico dotado de gran fuerza y velocidad de ejecución. Está preparado para afrontar en el nuevo Coliseo su gran reto y desafío, su pelea en duelo singular con el rival. Es un gladiador victorioso dotado de atributos románticos, que sigue teniendo hambre de triunfos. Un atleta prodigioso con explosividad y resistencia que golpéa con una precisión casi mágica. Ataca su objetivo y cabecea como los mejores, manteniendo los ojos muy abiertos. En el cuerpo a cuerpo impone sus centímetros, su fuerza, su velocidad y su talento. Sus proezas en la larga distancia son matemáticas, de una combinación casi imposible. Es un atleta que conoce la dignidad del peligro. Y como líder busca la excelencia y la perfección en todas sus acciones que le merecerá el engrandecimiento de su afamado nombre entre sus leales. Sus aspiraciones son altas y cree que tiene una largo camino por delante para reescribir sus gloriosas gestas. Si bien, su nombre ya viene acompañado de una suerte de epopeyas. Su acento es épico y elegíaco. En el actual anfiteatro de los sueños, sus hazañas nos harán más felices. Un epigrama de Oscar Wilde nos advierte que la naturaleza imita al arte.