miércoles, diciembre 08, 2010

La vida y vocación literaria de un Nobel


Hace seis años, exactamente en el 2004, era vicepresidente ejecutivo del Club Financiero Génova-Club Internacional de Negocios, un club líder de empresarios con sede en la Plaza Colón de Madrid, cuando le concedimos a Mario Vargas Llosa, reciente Nobel de Literatura, el premio "Al protagonista de la Fiesta nacional 2004" por su firme defensa de la fiesta taurina. Tras una introducción por mi parte sobre el significado del premio, fue presentado en el acto por su buen amigo, el escritor Juancho Armas Marcelo y tras la ceremonia de entrega del galardón por el presidente del Club, Juan Antonio Sagardoy, transmitió a los numerosos socios e invitados unas admirables y curiosas palabras sobre su afición desde muy niño a las corridas de toros y su defensa de la fiesta nacional. Habló sin papeles, con una fluidez y claridad como jamás he escuchado a nadie. Posteriormente, asistió a una cena con un reducido número de personas y en la distancia corta estuvo cercano, cautivador y entrañable.

He leido detenidamente su emotivo discurso en Estocolmo ante la Academia Sueca: "Elogio de la lectura y la ficción" y me parece excelente. Debía ser de obligada lectura y comentario en todas las escuelas públicas y privadas del mundo. Así expresaba:Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida. Lloró cuando destacó la figura relevante de Patricia, su mujer. El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Repudió toda clase de nacionalismo: Detesto toda forma de nacionalismo, ideología –o, más bien, religión– provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor supremo, en privilegio moral y ontológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento. Insistió en su vicio inconfesable y en su pasión prohibida por la lectura y la escritura. Y de la ficción dijo que es una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo.

El próximo viernes recogerá el merecido premio de manos del rey Carlos Gustavo de Suecia.¡Felicidades virtuoso maestro!