sábado, noviembre 27, 2010

Rubalcaba; "el bálsamo de fierabrás"


Desde siempre, la condición humana, ante situaciones de fracaso o descalabro, ha sentido la necesidad imperiosa de crear mitos o buscar personajes a los que otorgar amplios poderes, justificar hechos o pedir soluciones. Para superar los graves problemas políticos, económicos, sociales o personales, el "extinto" presidente Rodríguez Zapatero, ha decidido poner el gobierno de España en manos de Rubalcaba nombrándole vicepresidente primero, ministro del interior, portavoz del gobierno o presidente bis. Como si su sola presencia imaginaria fuera capaz de cambiar la realidad.

Es cierto que desde su dedicación a la política, Rubalcaba es incombustible, sobrevive a todos los presidentes, a todos los gobiernos socialistas y a todos los amigos y enemigos. Ya lo definió el descarado Alfonso Guerra: "Rubalcaba, te das la vuelta y te la clava." Atrajo todas las miradas del pasado con el GAL, la corrupción socialista y el 11-M pero el zorro alquimista salió una vez más incólume de la madriguera. Ha sido y es el más astuto a la hora de tapar bocas, comprar voluntades, ocultar evidencias o desviar el curso de las pesquisas. Pero me viene al recuerdo la frase de Cristo a través del Evangelio de San Lucas: "Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado." No hay obra humana perfecta. Hasta la gauche divine de los años setenta fue humana e imperfecta. Rubalcaba ha puesto en práctica su ascendencia maquiavélica del "gobierno eficaz" frente al "buen gobierno" o lo que es lo mismo la amoralidad frente a la moralidad. Ha cultivado los vicios necesarios para ser más temido que amado. Y le vale todo para obtener el poder y justificar cualquier medio para mantenerlo.

Rodriguez Zapatero ha convertido a Rubalcaba en "el bálsamo de fierabrás" una pócima maravillosa de la época carolingia que cura y sana todo lo que toca. Esa capacidad del bálsamo para sanar es, pues, la esencia de la leyenda que don Quijote transmite a su escudero la primera vez que le informa sobre el bálsamo en el capítulo décimo:

"Todo eso fuera bien escusado –respondió don Quijote- si a mí se me acordara de hacer una redoma del bálsamo de Fierabrás, que con sola una gota se ahorrarán tiempo y medicinas".

- ¿Qué redoma y qué bálsamo es ése? -dijo Sancho Panza.

"Es un bálsamo - respondió don Quijote- de quien tengo la receta en la memoria, con el cual no hay que tener temor a la muerte, ni hay pensar morir de ferida alguna. Y ansí, cuando yo le haga y te le dé, no tienes más que hacer sino que, cuando vieres que en alguna batalla me han partido por medio del cuerpo (como muchas veces suele acontecer), bonitamente la parte del cuerpo que hubiere caído en el suelo, y con mucha sotileza, antes que la sangre se yele, la pondrás sobre la otra mitad que quedare en la silla, advirtiendo de encajallo igualmente y al justo. Luego me darás a beber solos dos tragos del bálsamo que he dicho, y verásme quedar más sano que una manzana".

Dudo que el zorro alquimista nos haga creer a pie juntillas en la utilidad salutífera del unguento como D. Quijote le hizo creer a Sancho.