sábado, octubre 18, 2008

La "garzonada" narcisista


Lo que pienso sobre la justicia española lo tengo ya escrito en este blog y con el título es suficiente: La abominable justicia. Hoy voy a opinar sobre la figura de un juez español, de origen humilde, como somos muchos españoles, llamado Garzón que utiliza la justicia para engrandecer su ego y su narcisismo. Su fallo en todas las causas e investigaciones prevalece sobre la equidad de las sentencias: La Justicia soy yo. Ha decidido abrir fosas y tumbas de las víctimas republicanas de la guerra civil española "contra viento y marea" y juzgar los crímenes cometidos por el franquismo. Hay que castigar la brutal represión franquista. ¿Qué podemos pensar o cómo debemos calificar a este juez que piensa -tras los miles de libros escritos sobre la guerra civil española- que sólo hubo represión por uno de los bandos? Como un necio o como un sectario.

Juan Pablo Fusi y Jordi Palafox, dos Catedráticos de Historia afirman literalmente en uno de sus libros: Los militares rebeldes fusilaron a afiliados a partidos de izquierda y sindicatos, a cientos de maestros -símbolo del laicismo republicano- a algunos intelectuales republicanos (el más conocido Federico García Lorca), incluso a 16 sacerdotes vascos próximos al nacionalismo vasco; los republicanos -a veces, simples patrullas de asesinos incontrolados- ejecutaron a personas conocidas por sus opiniones conservadoras y católicas, a militantes de los partidos de la derecha, a militares sospechosos, a numerosísimos sacerdotes y religiosos (un total de 6.500 a lo largo de toda la guerra). Badajoz, donde los "nacionales" fusilaron entre 2000 a 4000 personas en agosto de 1936 quedó como símbolo de la violencia franquista, los asaltos a cárceles en Madrid y Bilbao y los fusilamientos de Paracuellos del Jarama (Madrid), a principios de noviembre de 1936, fueron la expresión del terror republicano. En total, unas 60.000 personas serían ejecutadas en la zona de Franco y unas 30.000, como mínimo en la zona republicana. Manuel Azaña, Presidente de la Segunda República, que no es sospechoso como Garzón, angustiado por la tragedia de España manifestaba en sus diarios que la guerra civil fue una "alucinación colectiva" donde coexistieron el heroísmo y las atrocidades, la intolerancia y el fanatismo, el odio y el miedo. Como dice la expresión latina: Intelligenti pauca que literalmente quiere decir, al inteligente pocas cosas, pocos datos.

Pero vayamos a lo importante. Garzón sabe que en 1977 hubo una Ley de Amnistía, que los delitos están prescritos para todos los españoles que participaron en la guerra civil en cualquiera de los bandos y que la Fiscalía va a recurrir su auto. Pero mientras se resuelve el recurso va a poner en marcha la "garzonada" narcisista y va a iniciar la apertura de las tumbas con luz, cámaras y taquígrafos. Dicen los especialistas que todos en mayor o menor grado a lo largo de nuestra vida presentamos alguna paranoia y Garzón tiene su monomanía: el narcisismo. Para salir de mi desconocimiento suelo recurrir con frecuencia al Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, práctica que recomiendo a todos, incluida la ministra de Igualdad, Bibiana Aído que confío no le incomode lo de todos ni lo de Aído y no "Aída". Dice la RAE, narcisismo: Manía propia del narciso. Narciso: El que cuida demasiado de su adorno y compostura, o se precia de galán y hermoso, como enamorado de sí mismo. Narciso en la mitología griega era hijo del dios del río Sísifo y de la bella ninfa Liriope. Y por otra parte, las paranoias son ideas fijas que canalizan nuestros pensamientos en una dirección muy determinada limitando con ello considerablemente nuestra percepción global de la realidad. Con esta peculiar visión del mundo jurídico tan controvertida y compleja, en determinadas ocasiones ha convertido a los verdugos en víctimas y a las víctimas en verdugos. La personalidad narcisista se caracteriza por: Un sentimiento grandioso de autoimportancia o peculiaridad, fantasías de éxito ilimitado, necesidad exhibicionista de atención y admiración constante. En definitiva, se considera una persona especial y extraordinaria, siempre desea ser el centro de atención, tiene fijación para salir en público, la modestia no es su fuerte, le gusta sentirse halagado y ser alguien a los ojos del mundo, tiene que recibir todo lo que se merece, se siente más capaz que los demás, siempre está seguro de todo lo que hace, le gusta verse en el espejo y sentirse un superhombre. Hay muchos expertos que piensan que estos excesos muestran un trastorno de la personalidad. Decía Voltaire que una justicia llevada demasiado lejos puede transformarse en injusticia. Otros lo denominan prevaricación.