sábado, junio 05, 2010

La política es el arte de negociar la conveniencia propia


Voy a recomendar a los que se dedican a la política y caen por azar en Mundanesca, la lectura del Discurso 4, La Política más fina de la obra de un fraile español que nació en el siglo XVII, exactamente en Casdemiro (Orense)el 8 de octubre de 1676. Me refiero a Fray Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro y a la obra Teatro Crítico Universal, Tomo Primero. Este fraile benedictino estudió en Salamanca y ganó la cátedra de teología en la Universidad de Oviedo. Se consideraba ciudadano libre de la república de las letras. Sus escritos recibieron numerosos ataques, protestas e impugnaciones entre los tomistas y escolásticos hasta tal punto que el rey Fernando VI tuvo que salir en su defensa y prohibir que se le atacara. Se le considera uno de los más importantes miembros de la Primera Ilustración Española. En su época generó una gran polémica. Sus discursos no pasaban desapercibidos.

Destaco algunas de sus reflexiones en este Discurso 4. El término, adonde los hombres caminan, es la conveniencia que pretenden. La virtud está reñida con la propia utilidad, y que es menester abandonar la justicia, para negociar la conveniencia. La adulación y la mentira son las dos alas con las que se vuela a las alturas. La Política, en el sentido que aquí la tomamos, es el arte de negociar la conveniencia propia.

Hay empero entre éstos algunos, que es poco llamarlos necios; porque es razón declararlos locos rematados. Y son aquellos, que aun con conocimiento de que van al precipicio, se empeñan en escalar la cumbre: genios émulos de las vanas exhalaciones, que por brillar en la altura, consienten en ser reducidos a ceniza; y más quieren una brevísima vida en la elevación del aire, que larga duración en la humildad de la tierra. Estos toman por divisa aquella empresa de Saavedra: Dum luceam, peream. Como resplandezca, más que perezca. Tal fue la ambiciosa Agripina, que cuando los Caldeos la dijeron que su hijo Nerón lograría el Imperio, pero la había de quitar a ella la vida, respondió animosa: Occidat, dum imperet. Como reine, no importa que me mate. Tal fue la Inglesa Ana Bolena, que viéndose por sus adulterios condenada a muerte, dijo con orgullo que, hiciesen lo que quisiesen con ella, no podían quitarla haber sido Reina de Inglaterra: como que tenía por más dicha haber sido Reina, aunque muriese en la flor de su edad con afrenta, que lograr de particular una vida larga con honra. En genios de este carácter debemos mirar con lástima, no sólo la desgracia, mas también la demencia. Y como a los que no conocen el riesgo de su ambición, los degradamos de políticos por necios; a los que conociéndole se meten en él, con más razón debemos degradarlos por locos.

El Canciller Bacon, que fue tan gran Político como Filósofo, dividió la Política en alta, y baja. La política alta es la que sabe disponer los medios para los fines, sin faltar ni a la veracidad, ni a la equidad, ni al honor. La política baja, aquella cuyo arte estriba en ficciones, adulaciones, y enredos. Las verdaderas artes de mandar, son elegir Ministros sabios, y rectos, premiar méritos, y castigar delitos, velar sobre los intereses públicos, y ser fiel en las promesas.De todo lo dicho en este capítulo sale, claramente, que en igualdad de talentos, con más seguridad, y facilidad logran sus fines los políticos sanos, que van por el camino de la rectitud, y la verdad, que los que siguen la senda del artificio, y el dolo; que aquélla es la política fina, y ésta la falsa.