sábado, mayo 10, 2008

El valor del agua dulce


En Madrigal nunca hemos valorado el agua dulce. Abundaba y abunda tanto por doquier que nos hemos insensibilizado ante el agradable y dulce susurro de sus aguas frías y cristalinas. Hace ya miles de años que los latinos decían ab asuetis non fit passio que libremente traducido quiere decir: la costumbre no genera pasión. El propio nombre Madrigal significa curso o cauce de agua. Pero en la actualidad todos somos conscientes de la importancia y del valor del agua dulce en nuestra península y de los conflictos que está generando entre regiones. Algunos líderes mundiales pronostican que el acceso al agua dulce será uno de los principales conflictos en el mundo. En nuestra propia piel de toro, el agua es fuente de poder y su escasez fuente de discordia. El aumento de la población implica la reducción de la disponibilidad del agua dulce por persona. Además, la contaminación de las aguas reduce dicha disponibilidad. En el siglo XX, el mundo ha triplicado la población y ha multiplicado por seis el uso del agua (Rijsberman, 2003). La escasez de agua conduce al hambre y la pobreza. Cerca de 1400 millones de personas viven sin agua potable y en situación de extrema pobreza.

Cuando yo era niño mi querida preceptora, "tía" Severa, y el temido maestro D. Baldomero, de los que ya he hecho mención en este blog, me enseñaron que el componente más importante de nuestro cuerpo es el agua. Que dos terceras partes de nuestro peso es agua. Y que a nivel mundial, el agua cubre 2/3 partes de nuestro "planeta azul". Lo que no me enseñaron o en mi inocencia no entendí, es que de esa abundancia de agua el 97% es salada, el 2.24% es agua dulce congelada en los casquetes, glaciares y aguas subterráneas profundas y sólo el 0.26% es agua dulce accesible para el consumo humano.

Como me gusta remontarme a los filósofos, -no en vano llevo el nombre de uno- el primero y mas famoso de los Siete Sabios de Grecia, Tales de Mileto (hoy ciudad de Turquía), nacido siete siglos a.de C., gran astrónomo y matemático en su época, afirmaba que el agua es el principio de todas las cosas. Y nos dejaba a través de Aristóteles que le denominaba el primero de los "filósofos de la naturaleza" una imagen poética: La tierra descansa o flota sobre el agua. Así ocurre por fortuna en nuestra tierra verata y que dure por los siglos.

Hay dos valores que tiene Madrigal y toda la zona de la Vera que muy pronto formarán parte de su riqueza nacional aunque los economistas, los políticos o los estadísticos apenas lo aprecien hoy y no aparezca en la Contabilidad Nacional: el agua y el medio ambiente. El agua es esencial para cualquier clase de vida en la tierra. Con el calentamiento global y el cambio climático se observa en distintas zonas del mundo un proceso de desertización, descenso del caudal de los ríos, desaparición de acuíferos y reducción de las precipitaciones. Ya no llueve con la regularidad a la que estábamos acostumbrados dicen los más viejos madrigaleños. No llueve en el momento ni en el lugar adecuado como consecuencia de un régimen de lluvias muy desigual y de una distribución muy irregular. En España existe una gran descompensación entre las vertientes atlántica y mediterránea. Esta última, sólo recibe un tercio de la aportación total de los ríos de la Península.

Este panorama negativo en muchas zonas de la superficie terrestre, produce un impacto irreversible en los ecosistemas más vulnerables, especialmente en la flora y fauna que experimentan cambios morfológicos y genéticos en varias de sus especies. A este problema hemos de añadir la intervención del hombre que con sus vertidos físicos o químicos está contaminando las fuentes, gargantas o ríos, manipulando los cauces y deforestando o erosionando tierras que afectan a la capacidad de retención o procesos de circulación naturales. Estas agresiones están colapsando el ciclo hidrológico o alterando su equilibrio. El agua que vuelve a la naturaleza llega muy contaminada, transportando virus y bacterias que constituyen una amenaza para la vida de la población. Se estima que un 80% de todas las enfermedades y más de un tercio de las muertes producidas en los países en vías de desarrollo están provocadas por el consumo de agua contaminada. Casi la mitad de los ríos y los lagos del planeta Tierra están actualmente muy contaminados. Para que el crecimiento urbano no suponga un obstáculo insuperable en el ciclo natural del agua, es básico por un lado, mantener, en la medida de lo posible, el recorrido natural del agua de lluvia y por otro, recoger en las zonas impermeabilizadas el agua tan rápido como sea posible para su almacenamiento en depósitos y su posterior reutilización evitando el arrastre de sustancias nocivas.

Nuestra tierra es zona agrícola de regadío y antiguamente se regaba a manta o de la acequia o reguera al surco de la tierra. Como nieto y familia de agricultores que chorreaban humildad por todas partes, me tocó en mi adolescencia y juventud echar una mano en las ingratas y mal pagadas labores del campo. Entonces, el agua no costaba dinero y como era gratis no se valoraba. La rentabilidad del riego exige actualmente ahorro de agua, racionalización del sistema y modernización de las explotaciones agrícolas para la eficaz producción de alimentos. Con la crisis alimentaria existente y la que se avecina habrá que reflexionar otro día sobre la producción de alimentos. La situación es muy grave ya que la población crece más rápida que la capacidad de alimentar a esa población. El agua es imprescindible para el desarrollo, el crecimiento económico y la creación de un sistema que asegure el bienestar social. El agua dulce de nuestro entorno es un bien que debemos cuidar y elevar sus estándares de pureza y calidad.

Manuel Cabral, poeta dominicano del siglo XX ya fallecido, dice en un breve poema sobre el agua:

Agua tan pura que casi
no se ve en el vaso de agua.

Del otro lado está el mundo.
De este lado casi nada...

Un agua tan pura, tan limpia
que da trabajo mirarla.