domingo, septiembre 23, 2012

Independencia de Cataluña: la regresión al tribalismo

Cuantos me leen saben que soy madrigaleño y verato de nacimiento, de origen abulense por rama materna y paterna, raptado voluntariamente por Plasencia y posteriormente por  Madrid durante más de 40 años, ciudad abierta y universal, con  afectuosos familiares consortes catalanes, encontrándome muy bien en Paris, donde pasé temporadas hace mucho tiempo,   y en otras muchas ciudades del mundo. Previsiblemente, mis últimos días los pasaré en el monte de Cerro Gordo, varado en La Herradura, dentro de la Costa Tropical de Granada, en el silencio y con los ojos azules de tanto mirar al mar. Aquí, mis ojos se quedan prendidos sobre el horizonte inacabable.   Como decía Virgilio, poeta universal de la antigua Roma,  "Mantua me genuit; Calabri rapuere; tenet nunc Parthenope. Cecini pascua, rura, duces.  "Mantua me engendró; los calabreses me llevaron; hoy me tiene Parténope (Nápoles). Canté a los pastos, a los campos, a los caudillos."

Me sorprende el vocerío y estrépito que se ha organizado porque los catalanes quieren regresar al tribalismo, al proceso endogámico y dogmático de vincularse a su grupo de gente e ignorar al resto de la sociedad. Si vale el término académico, significa volver a una organización social basada en la tribu, al regreso a las decisiones individualistas, anárquicas, secesionistas. Los catalanes, en plena crisis económica y siempre por la "pela"nos venden una nueva patria o un nuevo estado cuando son tiempos de globalización, de cooperación, de acciones colectivas, de identidad europea, de entendimiento. Yo no se lo voy a comprar porque defiendo - me reitero- la diversidad y el mestizaje como valores sólidos de una identidad global . Dejo al margen lo que diga el Tratado de la Unión Europea sobre secesión y/o adhesión de una región.

 Feijoo, en el siglo XVII, considerado asimismo como ciudadano libre de la república de las letras, en su Discurso 4 decía: El término, adonde los hombres caminan, es la conveniencia que pretenden. La virtud está reñida con la propia utilidad, y que es menester abandonar la justicia, para negociar la conveniencia. La adulación y la mentira son las dos alas con las que se vuela a las alturas. La Política, en el sentido que aquí la tomamos, es el arte de negociar la conveniencia propia.  Hay empero entre éstos algunos, que es poco llamarlos necios; porque es razón declararlos locos rematados. Y son aquellos, que aun con conocimiento de que van al precipicio, se empeñan en escalar la cumbre: genios émulos de las vanas exhalaciones, que por brillar en la altura, consienten en ser reducidos a ceniza; y más quieren una brevísima vida en la elevación del aire, que larga duración en la humildad de la tierra. Me parece el texto de vigente actualidad.  El previsible Plan de Artur Mas ya tuvo un antecedente en el fracasado Plan Ibarretxe. Y acepto que siempre " hay un camino de sabiduría para discernir el bien o el mal con libertad".

El catalán Albert Boadella, que conoce mejor que yo a sus paisanos, dice que "Hay que dejar que Cataluña se suicide, que la secesión es irreversible y que los españoles se la comerán con patatas". No soy partidario de los suicidios individuales ni de los colectivos de ningún pueblo. Tampoco de los pensamientos políticos únicos que llevan en su germen la corrupción y manipulación informativa. Abomino del entramado artificioso con signos de identificación de patrias artificiales arropadas con la formación del espíritu nacionalista para concluir que España es un estado opresor con Cataluña. ¡A otro perro con ese hueso! Estoy contra el monumento al fanatismo y al maniqueismo político. Hay catalanes iluminados o perversos voluntarios que en estos momentos de discusión manipulan las palabras en la misma medida que desvirtuan la geografía y la historia  para justificar sus pretensiones de secesión. Un mínimo de rigor, honestidad, coherencia y decencia son necesarios. Ya he escrito en este blog que ahora tengo dos paraísos: la naturaleza indómita, salvaje y seductora de mi tierra verata con sus aguas puras y cristalinas entre los cautivadores colores del otoño y el maravilloso espectáculo de luces estivales granadinas envuelto en un clima privilegiado. Pero por encima de todo mi pensamiento sigue estando con Cicerón:  Donde quiera que se está bien, allí está la patria.


domingo, septiembre 09, 2012

Un sorprendente otoño


Termina el verano. En apenas diez días estamos ya en el otoño. Llega sin apenas ruido. Las hojas secas caen silenciosas, el alma del chopo y del sauce amarillo tiembla y de improviso desgarra el velo de la melancolía. Los ojos se cargan de nostalgia, la mirada serena se pierde y con la indolente economía acecha la inseguridad, el miedo y el sufrimiento.  En una fracción de eternidad, la naturaleza cambia y se transfigura. Desaparecen los aromas, los balsámicos perfumes de las flores deshojadas y vuelve el misterio sin luz de la tarde.  La vida se inmoviliza, se escapa, las ciudades son ensueños. Nos inunda una atmósfera de rutina, escepticismo y  tristeza. Los niños acusan la ansiedad de la vuelta al cole y un miedo irracional nos persigue.  Los rostros se pierden en la penumbra y se amontonan los recuerdos. El otoño es propicio para reflexionar sobre el azar y el destino.


He leído que  la protección del destino tiene un precio. ¿Cuál es?  ¿Hay relación entre azar y destino? ¿Acaso es cierto que el propio modo de ser es determinante de todo lo que llega a sucedernos? Algunos afirman que somos incapaces de sobreponernos a un destino inscrito en nuestro propio carácter. El azar, finalmente, se reconvierte en destino. Lo inesperado no puede someterse a cálculo. La lógica del azar es la ausencia de lógica. El azar y el destino escapan a nuestra voluntad, son impuestos, sobrevienen. El primero, alude al universo de la casualidad, lo fortuito, lo inesperado. El destino tiene que ver con la fatalidad, con lo inamovible, con lo que sólo puede ser de una manera y de una vez para siempre. El destino no se puede modificar, solo cabe la resignación. Va de la mano con la desgracia. Nuestra libertad no puede cambiar su trayectoria. No obstante, decía Cervantes que Cada cual se fabrica su destino. Si es así, sigamos luchando sin desmayo en este próximo otoño, a pesar de las numerosas dificultades y los entornos adversos, contra la tiranía de lo predecible.