sábado, abril 05, 2008

El ADN del emprendedor


Cuando el 1 de noviembre pasado inicié esta máxima aventura de angustia y seducción no pensaba que cinco meses después iba a ser fiel a la cita, todos los sábados, con una precisión casi mágica. Hoy voy a escribir sobre una materia que me es muy familiar: el emprendedor o empresario. Al margen de mi formación académica, lo soy y lo ejerzo desde hace muchos años. Hay quien ha dicho que escribir sobre una materia muy familiar suele no ser estimulante. El emprendedor ¿nace o se hace? ¿Existe un perfil psicológico del emprendedor o emprendedora? EL ADN es una molécula gigante que contiene la información genética y hereditaria. Las moléculas de ADN son las unidades elementales a partir de las cuales se conforman los genes. ¿Tienen los empresarios un ADN especial? El diccionario de la Real Academia Española define al emprendedor como la persona que acomete con resolución acciones dificultosas o azarosas. Pero a mí me gusta otra acepción: Tomar el camino con resolución de llegar a un punto. Todos en nuestra vida, de forma consciente o inconsciente, nos hemos marcado algún objetivo. Y para lograrlo hemos planificado o definido un plan estratégico. Un plan muy sencillo y elemental: ¿Qué queremos? ¿Quién lo va a realizar? ¿Cómo lo vamos hacer? ¿Cuándo se va a ejecutar? y ¿Cuánto nos va a costar?
Toda empresa nace de una idea, un primer paso. Como el gran proverbio chino: La más larga caminata empieza por un paso. Michael Porter, profesor en la Escuela de Negocios de Harvard (USA) es el gran gurú de la estrategia competitiva en la Empresa.

Cualquier pueblo o país que pretenda generar riqueza o tener un crecimiento sostenible ha de desarrollar una cultura emprendedora. En la cumbre de Lisboa del año 2000 la Unión Europea se marcó un objetivo estratégico con el horizonte puesto en el año 2010: Ser la economía más competitiva y dinámica del mundo basada en el conocimiento, capaz de alcanzar un crecimiento económico sostenible con más y mejores puestos de trabajo y una mayor cohesión social. Riqueza y empresa tienen un tronco común. Hay unas características básicas que son afines a todos los emprendedores que tienen éxito: Motivación, liderazgo, capacidad para asumir riesgos, innovación, necesidad de lograr el objetivo, persistencia, autoconfianza y autonomía. Algunas son propiedades innatas pero otras se aprenden y se desarrollan en el tiempo. Por ello, el emprendedor nace y se hace. No obstante, el principal motivo que esgrimen los jóvenes para no lanzarse a la aventura de crear una empresa se encuentra en el miedo al fracaso. En España tenemos unos hábitos mentales perversos, fruto de nuestros complejos, al que triunfa le envidiamos -nuestro gran pecado capital-, le atacamos e intentamos destruirle por sus éxitos y al que fracasa le humillamos y le hundimos para que no levante cabeza. Y para asombro y sórdida pesadilla elevamos al aventurero y al mediocre.

España ocupa, junto a Italia o Grecia, una de las últimas posiciones en la creación y puesta en marcha de negocios innovadores. Más de la mitad de las empresas de nueva creación no llegan a celebrar ni siquiera su primer año de vida y el 90% no llega a superar una década de existencia. Ante esta situación, el espíritu emprendedor en España carece de atractivos y los universitarios prefieren trabajar para una gran empresa o, en su defecto, convertirse en funcionarios de la Admistración Pública. Según datos de la IE Business School (Instituto de Empresa), los emprendedores españoles son los menos ambiciosos de Europa, junto a los griegos, ya que menos de un 0,5% espera crear un negocio de alto crecimiento que, en poco tiempo, logre alcanzar un tamaño significante. La media de españoles que deciden levantar un negocio es del 7,2%, mientras que los inmigrantes son los más activos cuando se habla de crear una empresa, ya que el 13% de los que viven en España se decantan por esta opción.

Para que haya desarrollo tiene que existir competencia empresarial y rivalidad intensa. La intervención estatal esclerotiza la competencia. Las naciones más desarrolladas lo han hecho en unas condiciones de intensa competencia interna. Las hegemonías, los monopolios y las pretensiones siderales de exclusividad y altos precios deben caer. La libre competencia debe luchar contra los dominios de los mercados. Ésta provoca innovaciones e impulsa el progreso. Con la extensión e intensificación de la competencia aumenta el interés por la competitividad de las naciones, regiones, ciudades y pueblos.

Hay dos máximas sobre el éxito con las que me identifico, una de Ralph Waldo Emerson, escritor, filósofo y poeta americano del siglo XIX: La confianza en uno mismo es el primer peldaño para ascender por la escalera del éxito. Otra de Orison Swett Marden, también escritor americano del siglo XIX: No se sale adelante celebrando éxitos sino superando fracasos.